miércoles, 26 de septiembre de 2012

El Valor de la Diferencia


 Esta mañana me siento especialmente agradecida a mis padres y a todas esas personas que me he encontrado en el camino, y que me han enseñado con su ejemplo y sus palabras la grandeza que existe en cada ser humano por el hecho simple de ser, de existir aquí y ahora. Cada persona tiene (tenemos) un valor infinito que nos viene en gran medida de nuestro ser únicos e irrepetibles. Con nuestra fisionomía, nuestro carácter, nuestra personalidad, nuestras virtudes (muchas) y nuestros defectos (algunos), somos irrepetibles. Nadie nunca ha sido ni será como nosotros somos, cada uno. Nadie sentirá lo que tú estás sintiendo ahora ni en la forma en que lo haces. Nadie pensará lo que tú piensas ni aprenderá lo que tú aprendes. Y lo más importante: nadie amará ni se dejará amar como tú lo haces en cada momento :).

Eso que nos hace únicos e irrepetibles, y por lo tanto nos confiere un valor infinito, se manifiesta en nuestras diferencias. Infinitas diferencias. Coincidimos con unos en ser altos, con otros en ser delgados, con otros en ser de piel y pelo morenos... pero cada una de esas cosas nos diferencia a la vez de otros muchos. Con unos coincidimos en la ideología política, con otros en la religión o ausencia de ella, con otros en la nacionalidad de nuestro pasaporte...; o en las experiencias vitales, en la educación recibida, en el nivel de nuestros ingresos... Pero eso mismo nos sigue a la vez diferenciando. 

Hasta aquí seguro que todo te parece evidente y natural; nada nuevo. Entonces, ¿por qué no nos parece tan natural la diferencia entre una persona que anda por sí misma y otra que se desplaza en una silla de ruedas?. ¿Por qué nos "raspa" la diferencia entre una persona de elevado coeficiente intelectual y otra que por la razón que sea sufre un retraso mental de grado X?. Siguen siendo solamente diferencias, nada más ni nada menos. 

A mí me parece que las diferencias que más nos incomodan son las que no sabemos cómo gestionar. Que yo sea alta y otra pesona sea baja no me afecta para nada. Que yo sea una persona con una aceptable capacidad intelectual y tenga que tratar con otra persona que tiene una discapacidad intelectual, me supone un esfuerzo claro y evidente. Tengo que hacer el esfuerzo de aprender, de intentar comprender, de adaptarme a su nivel para ser capaz de comunicarme con ella. Y qué pereza me da, y qué fácil es hacer como que no la veo. Verdad....?.

Cada persona que nace o adquiere a lo largo de la vida una discapacidad, está adquiriendo solamente algo que la diferencia de alguna forma de muchas otras personas. pero que la acerca a otras... :). Y esa persona con su discapacidad está muy cercana a ti o a mí en muchísimos aspectos. Quizás muchísimo más que la mayoría de los que comparten nuestra capacidad para resolver complicados problemas matemáticos, correr como gamos, o tener más vista que un lince (por decir algo...). 

Al final, como casi siempre, la cuestión está en la visión que tenemos del ser humano, en si lo diseccionamos o lo consideramos de una forma global, holística. El ser humano no es diseccionable... El cuerpo del ser humano lo es, pero la persona no. La persona es un todo. Nadie medianamente lúcido se atrevería a decir abiertamente que las personas altas son mejores o peores que las bajas, ni que los keniatas son mejores o peores que los rusos, o los hombres mejores o peores que las mujeres; son sencillamente diferentes. ¿Por qué entonces la discapacidad de una persona nos hace con frecuencia verla como "peor" y la marca tanto separándola?. ¿Por qué la discapacidad se ve como una lacra, mientras que el ser alto, de izquierdas, japonés, o varón no....?. Una persona con una discapacidad  es sencillamente diferente a mí en un aspecto concreto, nada más.

Desde aquí hago un llamada al valor, la importancia, e incluso la necesidad de las diferencias, porque son esas diferencias las que nos hacen únicos. Quizás si aceptásemos y amásemos las diferencias propias y entendiésemos el valor que tienen, seriamos capaces de aceptar y amar de igual forma las diferencias de los demás. Y entonces ¡cuánta capacidad de amar de forma incondicional ganariamos, y cuántas oportunidades de llevarla a la práctica!. Y de paso cuánto sufrimiento ahorrariamos y nos ahorrariamos... :)

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