viernes, 20 de febrero de 2009

Crearse espectativas..., mal invento


Recientemente he aprendido que el crearse expectativas de lo que conseguiremos aplicando una determinada terapia, es normal, pero es muy contraproducente.

Nadie nos da nunca una garantía de que los resultados vayan a ser estos o los otros, la mayoría de las veces no porque no quieran (que a veces no quieren...), sino porque no se puede saber. Cada persona es un mundo y reacciona de una manera diferente a un mismo tratamiento. Tiene además un cúmulo de circunstancias que hacen su situación prácticamente irrepetible, por lo que las extrapolaciones son arriesgadas. Pero una cierta idea de qué se va a hacer y qué resultados "cabe esperar" sí te dan.

Es natural que cualquiera de nosotros, incluso los más prudentes, se haga una composición de lugar de cómo mejorará la calidad de vida o las habilidades de su hijo después de la terapia. En función de esas expectativas que nos creamos, emprendemos la terapia.

Digo "emprendemos" porque una gran mayoría de las veces somos nosotras las madres las que la aplicamos, y con frecuencia a costa de una disminución más o menos importante en la calidad de nuestra propia vida. Los esfuerzos que requieren las terapias de nuestros hijos, vistas desde fuera no parecen tanto, pero cada una sabemos en realidad cuanto cuestan...

Para empezar requieren muchas veces de un esfuerzo físico por nuestra parte, esfuerzo que no parte de cero, sino de un cuerpo que lleva ya años desgastado en un continuo cargar niño/descargar niño constante 16 horas al día, 7 días a la semana (he excluido las horas de sueño). Es decir, que partimos de una situación de mucho cansancio, a la que añadimos un esfuerzo extra, que por este motivo cuesta especialmente.

Requiere además un esfuerzo psicológico: un aprendizaje de técnicas o ejercicios, una responsabilidad de hacerlo bien sin ser nosotras profesionales de la fisioterapia, por ejemplo, y sobre todo el peso de la responsabilidad por los resultados a obtener. Los niños con frecuencia no pueden ser responsables completamente de sus terapias (en ocasiones, no son responsables en absoluto), y por lo tanto la responsabilidad cae en nosotras que las realizamos. Está además el componente de cansancio físico y estrés (y en ocasiones molestias o dolor) que sabemos que causaremos a nuestros hijos, y que nos duele mucho más que si lo sufriésemos nosotras mismas.

El esfuerzo psicológico implica un estrés que también se suma a un nivel de estrés personal importante que arrastramos desde hace tiempo, y se traduce en un cansancio físico extra. Especialmente el tema de la responsabilidad que nos pesa de forma increíble sobre los hombros y que nos condiciona tanto la vida en ocasiones: la nuestra y la de nuestras familias, porque la mujer es la que da cohesión a la familia, y si la mujer no está bien y en condiciones de cohesionar, la familia se resiente mucho. Muchísimo...

Esta situación de estrés no es la más adecuada para empezar ninguna terapia, pero es la más frecuente. Ocurre además que generalmente no hay tiempo que perder, y con estrés o sin él nos ponemos a la faena, porque tenemos siempre la sensación de que el tiempo es uno de los tesoros más preciados para nuestros hijos, que van siempre con "retraso" respecto a los objetivos que los niños llamados normales han conseguido ya. Vamos siempre con la sensación de que "llegamos tarde"...

Con todos estos condicionantes, hacemos el esfuerzo extra que nos supone la nueva terapia y consciente o inconscientemente lo asumimos con alegría pensando en los beneficios que lograremos. Es una especie de "me cuesta la vida, pero merece la pena porque mi hij@ va a conseguir esto y lo otro...". Y así, durante un período de tiempo más o menos largo (generalmente más...), nos volcamos literalmente en la nueva terapia, y volcamos además a los niños, sabedoras de que de la constancia que nosotras tengamos dependen cosas muy importantes.

Si en un período razonable de tiempo vemos mejoras, nos ilusionamos y asumimos que el esfuerzo inmenso que estamos haciendo merece la pena. Pero a veces también ocurre que lo que hacemos no da resultados, o da unos resultados mucho menos llamativos de lo que nosotras nos habíamos imaginado. Entonces qué...?. Pues en mi caso una sensación de haber hecho el bobo y haber malgastado calidad de vida de mi hijo y mía.

No estoy pretendiendo decir que no haya que intentar la terapia o que no haya que hacer el esfuerzo, sino que en cada momento de esa terapia hay que ser capaz de valorar qué es lo más importante desde el punto de vista global de la calidad de vida del niño y de la nuestra también, y no empecinarse en cosas de cuyos resultados no tenemos ninguna garantía. Que si un día el niño no quiere hacer la terapia, no tiene sentido forzarle a hacerla (independientemente de lo que diga el profesional de turno...), y quizás es mejor idea cambiar el plan para ese día y salir a la calle a dar un paseo y tomarse un helado mientras escuchamos a los pajaritos... Que si un día estamos especialmente cansadas, o agotadas incluso, o irritadas por algo de origen desconocido, quizás es mejor "tomarse vacaciones" y dejar al niño jugar mientras nosotras leemos una revista de cosas lo más livianas posibles. Porque al final, el resultado no va a variar mucho, lo que sí va a variar es nuestra felicidad y la del niño, como consecuencia de haber vivido una vida lo más plena posible o una vida haciendo "lo que hay que hacer". Lo que hay que hacer es tan relativo...

Si fuésemos capaces de hacer eso en cada momento, seguramente no nos sentiríamos unas bobas y no nos vendríamos abajo cuando los resultados obtenidos con la terapia no fuesen los "esperados", porque al menos sabríamos que hemos vivido la vida con plenitud, que es realmente de lo que se trata. La sensación de no conseguir resultados y además ser consciente de que hemos malgastado la vida, es patética...

Y lo más curioso es que sabemos que eso es así, pero la tarea de ser consciente en cada momento nos falla. Y es ahí donde está la clave, en ser conscientes en cada momento, y para eso es imprescindible no perder el contacto con quien realmente somos. Leí recientemente algo de Eckhart Tolle que decía: "cuando perdemos el contacto con nosotros, nos perdemos en el mundo". Me parece tan cierto...: para conservar la paz y la tranquilidad necesarias para lidiar las complejas situaciones vitales con que nos encontramos las que tenemos niños con necesidades especiales del grado que sean, es imprescindible mantener el contacto con nuestro interior. Pero claro, para que esto sea así es necesario dedicarse un tiempo al día a una misma, y este es otro tema muy interesante a la par que complicado, que dejaré para otro momento...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida Isa,
Qué bien me vino esta entrada!!!! Ayer tenia que tomar una muestra de orina de mi hijo para ver si la medicacion que está tomando lo está desintoxicando o no... (esta tomando zinc y manganeso para eliminar metales pesados que tiene retenidos -si vieras el nivel de arsenico contenido en el cuero cabelludo se te paran los pelos!- esta medicacion es natural y más benigna que las drogas de "chelation" que tienen efectos secundarios serios) Total que estuve 15 min delante de mi hijo esperando para tomar la muestra.. y nada!! al final claudiqué porque tenía que llevar a todos los niños al colegio.. Pero salí de casa de mal humor y con una frustración profunda... Necesitaba estar sola para recuperar el contacto conmigo misma y desde ahí volver a pararme y poder relacionarme con los míos con cariño y no con violencia... Pero no pude estar sola... Al cerrar el día mi marido me invitó a comer fuera de casa.. yo no quería ir, pero entendía que tenía que alejarme un poquito...
Hoy cuando ayudaba a mi hijo a vestirse me miró con sus ojazos y me dedicó la más dulce de las sonrisas... y yo pensé en un flash todo esto que tan bien expresaste vos en este post: las expectativas puestas en un tratamiento, los esfuerzos invertidos, el stress, la pérdida de la visión global, y sobre todo la relación deteriorada por tratar de implementar lo que "le hará bien"... Le di un gran abrazo, un beso suave y gordo y le pedí perdón por el día de ayer...

Y mañana tiene natación otra vez.. desde que empezó el curso, cada clase consiste en bajar un escalón en la escalerilla... todavía no se mete en la pileta... y lo hacía en el pasado!!! pero algún temor lo frena ahora... Leyéndote me di cuenta de que tengo que hablar con la instructora para que haga de la sesión de mañana un momento agradable y de gozo.. no importa si no nada a fin de mes: lo que importa es que pueda disfrutar esa clase..
Gracias Isa!!! y que tengas un lindo fin de semana.

Anónimo dijo...

Querida Isabel,
Ayer entré en el blog y aunque no tengo tu habilidad escribiendo me he decidido.Leyendo este artículo no dejo de pensar en Alba y en todo el camino recorrido (a pesar de lo diagnosticado ) Muchas veces les pedimos "un poquito más, venga" y forzamos,y de repente te encuentras con su mirada clavada en tí que te llega al alma. Pero ante todo pienso y lo digo muchas veces "tienen que ser felices" porque cuando los vemos con esa alegria y fuerza innata en ellos por su continua lucha nos contagian de una energia tan grande que entonces nosotras seguimos adelante casi sin enterarnos.
Muchos besos para todas.
Mª Amparo