jueves, 28 de febrero de 2008

Lo que yo quiero


Hace unos días estaba pensando lo siguiente:

No quiero que nadie le preste especial atención a mi hijo por el hecho de que tenga necesidades especiales. No quiero que nadie le trate con más cariño porque tiene necesidades especiales. Solo me gustaría que todo el mundo le tratase con el mismo afecto que le tratarían si fuese un niño neurotípico (o llamado “normal”). Me gustaría que todo el mundo le mirase como miran a cualquier otra persona normal. No pienso que sea merecedor de ningún tipo de privilegio por el hecho de tener necesidades especiales. Todos nosotros, normales, tenemos necesidades especiales en uno u otro campo (recuerdo que cuando yo iba al colegio, en mi clase había muchas niñas que necesitaban ayuda o clases particulares de matemáticas, sin embargo a mí se me daban bien los números y sacaba notas muy buenas sin necesidad de ayuda extra; pero cuando empecé a estudiar Historia en la universidad, como era de formación previa de ciencias, necesité clases particulares de latín, y el resto de mis compañeros de curso que tenían formación de letras no... Etc., etc.).

No solo eso, sino que he notado que me molesta el darme cuenta de que alguien trata a mi hijo con más cariño, o le presta más atención solo porque es un niño con necesidades especiales, porque con esa forma de comportarse contribuyen a hacerle diferente de los demás niños. El tiene muchas virtudes y algunos defectos, como todos nosotros. Así que entiendo que a algunas personas les gustará y a otras no. Como todos nosotros... No es más gracioso que los demás porque tenga necesidades especiales, ni es más brillante que otros por el mismo motivo. Es más inocente, eso es cierto, y esa inocencia le confiere una belleza añadida, pero nada más. El mundo está lleno de niños muy inocentes 100% normales y al menos tan guapos como mi hijo...

Yo no quiero a mi hijo a morir porque tenga necesidades especiales; le querría exactamente lo mismo si fuese normal, y le prestaría exactamente la misma atención que le presto ahora. Quizás prestaría atención a aspectos diferentes de su formación como persona, pero le prestaría en conjunto la misma atención; toda la que puedo. Porque para mí Satya es un niño como el resto de los niños, y la única cosa que le hace especial es el hecho de que es MI hijo.

Dada la presente situación en la sociedad en la que vivimos, pienso que es de agradecer que alguien trate a mi hijo mejor que a los demás a que le trate peor, que desgraciadamente es lo más frecuente. Pero la verdad es que tampoco me gusta el “demasiado bien”. Y especialmente me disgusta cuando la gente trata a tu hijo especialmente bien, asume que tu hijo es genial, que lo hace todo especialmente bien (...para ser un niño con necesidades especiales...), y a la vez le dan gracias a Dios todos los días porque sus hijos son normales. Eso me dice que de hecho no se han enterado de qué va todo esto. Supongo que no es posible comprenderlo si tú mismo no eres madre o padre de un niño con necesidades especiales (niños llamados especiales...), pero desde mi punto de vista es así: yo no maldigo ni culpo a Dios por haber creado a Satya con esta situación, ni siquiera por haberla permitido, pero tampoco le doy gracias por ello. Yo solo le doy gracias a Dios porque creó a Satya y le hizo hijo mío. Y ocurre, como dice mi amiga Lakshmi, que tengo un hijo con enorme sensibilidad para la música, con una cara de ángel, con un cerebro rapidísimo, una enorme memoria, ... y con una parálisis cerebral consecuencia de una hidrocefalia congénita. Eso es todo.

Yo no veo ningún problema en Satya, ni su situación hace mi vida especialmente difícil (los niños llamados normales pueden crear situaciones familiares infinitamente más complicadas que la mía, solo tenéis que echar un vistazo a vuestro alrededor...). El comportamiento de buena parte de la sociedad hacia él, me crea cierto estrés y malestar en ocasiones, pero no el niño en sí mismo.

No pienso que sea una madre genial porque estoy haciendo todo lo posible por sacar a mi hijo adelante lo mejor posible; cualquiera con un mínimo de amor y responsabilidad haría lo mismo por sus propios hijos. Yo haría lo mismo por un hijo normal si lo tuviese... No quiero o necesito especial jabón o ánimo por el hecho de que mi hijo tenga necesidades especiales. Necesito equidad. Necesito el mismo respeto que los demás, la misma compasión que los demás. Quiero para mi hijo las mismas oportunidades que tiene los demás niños. Quiero que se le trate y se le considere igual que a cualquier otro niño, solo eso. Nada más. Quiero que la gente comprenda algo que aparentemente es muy simple pero que por lo visto no resulta fácil de entender, y es que diferente no significa mejor ni peor, solo significa que una cosa (o persona) no es igual que otra. Pero es que dos personas nunca son iguales, cualquiera que sea su coeficiente intelectual o su habilidad para multiplicar o escribir. Que no es posible comparar a las personas. Quizás la clave está precisamente en esto: que con frecuencia nos olvidamos de mirar a las personas como lo que son: personas.

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